El gato encerrado del metro, pero a nadie le importa. Un día llegará en que los dominicanos tendrán, como Caonabo, que ofrecer, nueva vez, su manos para ponerles los grilletes.
Se que estos alaridos no evitan que el verdugo hunda su daga en los ijares de sus víctimas, pero da la ilusión de que para uno sirve como catarsis.
Mi querido Wilfredo. El Autor de este artículo es ingeniero, no médico como yo.
Miguel Aristy. Médico
Las fuerzas armadas de Estados Unidos nunca estuvieron preparadas para la guerra contra un enemigo invisible. Por igual, los constructores del Metro se mueven a ciegas de sorpresa en sorpresa, porque la estabilidad del terreno es impredecible dada la falta de estudios geológicos y la ausencia de una supervisión rigurosa de los cálculos hechos para las estructuras.
El dinero se gasta a raudales en la ocupación de Irak sin que a Bush le preocupen las necesidades del pueblo estadounidense, incluyendo la educación, la salud y los desastres naturales como el huracán Katrina. En el Metro tiene lugar una copia al calco de la aventura mesopotámica donde todo el dinero puede ser desperdiciado, incluso aquel asignado para las Secretarías de Salud y de Educación.
En aquel rincón del mundo existe una relación directa entre la guerra y los contratos de las empresas de construcción relacionadas con los ocupantes de la Casa Blanca. De este lado, el Metro ha hecho que el cártel de la construcción, donde se dan cita "los tres grandes partidos del sistema", se engrase profusamente con los contratos otorgados "de grado a grado".
No puede olvidarse el momento en que Bush prometió que la invasión a Irak contribuiría con la disminución de los precios del petróleo. Por el contrario, los precios de los combustibles se han multiplicado para beneficio de las empresas vinculadas a la Casa Blanca. Con el Metro prometieron en primera instancia una tarifa entre cinco y diez pesos dominicanos, equivalentes a 15 ó 30 centavos de dólar. Ni siquiera han sido terminadas las obras civiles del subterráneo y las tarifas de los autobuses ya rondan los veinte pesos dominicanos (US$0.60), más del doble de lo prometido por el alter ego para disfrutar del Metro.
Debido a la invasión a Irak, Estados Unidos ha caído en un déficit fiscal nunca antes visto; el desempleo y las tasas de interés aumentan por igual. Aquí, a pesar de la cacareada estabilidad macroeconómica los precios de los combustibles no cesan de aumentar y los productos de primera necesidad continúan alejándose de los estómagos de los dominicanos. Por la misma razón, el endeudamiento externo aumenta de manera persistente, carga que estos políticos dejarán a las nuevas generaciones.
A menudo la gente culpa al Secretario de la OPRET, Diandino Peña, por el insaciable gasto de los fondos públicos y por el secreto con que ese proyecto es manejado. Perjudica su prestigio el hecho de que cuando las construcciones corresponden al Estado dominicano siempre ha gastado mucho más de la suma presupuestada. A Peña también le han caído encima los palitos por haberse rebelado a la decisión de un tribunal colegiado que lo obliga a hacer públicos los documentos de la construcción del inefable Metro de Santo Domingo.
Sin embargo, la comprensión de esta rebeldía empieza a aclararse cuando uno deja de ver al Ministro del Metro como el principal sujeto del problema. En casos así alguien podría pensar que el ingeniero Peña no es más que una distracción que encubre al promotor original de estos despilfarros e irrespetos. Todo indica que Diandino es el sonajero que tintinea, pero no es el viento que lo mueve. Peña es la piñata a la que todos golpean pero no es aquel a quien se le celebra el cumpleaños. Peña es guardián y beneficiario de la alcancía, aunque no dispone de la llave que extrae su contenido periódicamente. Lo importante aquí es el alter ego, el "otro yo", el titiritero que mueve las cuerdas para que sus muñecos bailen al son de una bachata hecha a la medida.
Y es también quien ha preferido imitar los pésimos ejemplos de Bush habiendo tantas cosas buenas en el mundo.
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